¡Queridos lectores! ¡Qué rápido pasa el tiempo! No puedo creer que ya estoy escribiendo mi tercera anécdota para este blog. Cuando me invitaron a participar me emocioné mucho, pero ahora creo que la emoción es doble, al saber nos leen y esta información les puede resultar útil. Les recuerdo que el blog sigue abierto a sus participaciones, pueden platicarnos de lo que sea, este espacio es suyo.
Es difícil de explicar, sobre todo para quien nunca lo ha experimentado, pero la depresión post parto es una realidad. De por sí es difícil que la gente comprenda qué es la depresión en general; si nunca has pasado por un proceso depresivo, es súper complicado ponerse en los zapatos de quien la vive, de quien no tiene ánimos para levantarse o quien siempre parece estar enojado. Pero es una cuestión no solamente psicológica, sino también biológica y hormonal.
En el caso de una mamá que acaba de tener a su bebé, pareciera inexplicable que en lugar de estar llena de gozo y felicidad, te sientas triste y desesperada. Pero es completamente normal. De hecho, se estima que entre 40% y 80% de las mamás lo viven, pero la mayoría se queda callada, se siente culpable y lo enfrenta en soledad. Cómo le explicas al mundo que no sólo estás contenta, sino también abrumada, preocupada, cansada, insegura. De repente eres totalmente responsable de una nueva personita y no tienes ni la más remota idea de lo que debes hacer.
No sólo se trata de todas las nuevas preguntas y angustias que te genera tu bebé, muchas veces también tiene que ver con la falta de sueño que lleva a la desesperación o con la tristeza de ver tu cuerpo tan cambiado, con la frustración de no poder dedicarte ni cinco minutos a ti misma. Todo el mundo te dice que cuando tu bebé recién nacido duerma, tú también lo hagas, pero tienes tantas cosas en la cabeza que rara vez lo haces y se vuelve un círculo vicioso insalvable.
¿Cómo saber si lo que estás sintiendo es depresión post parto? Si la tristeza o el agobio no te permiten realizar tus actividades cotidianas, si lo único que sientes son unas incontrolables ganas de llorar, si no puedes dormir por las noches, si no puedes concentrarte, no sientes apetito y nada llama tu atención, lo más probable es que la padezcas y lo mejor es que lo consultes con tu médico. En el peor de los casos, te recomendará algún medicamento para que te ayude a compensar el balance hormonal y químico.
A mí me pasó. Estaba enloquecida de la emoción con el nacimiento de mi hijo André, lo esperaba con ansias, decoré su cuarto, preparé su llegada hasta el último detalle, y cuando finalmente nació y nos quedábamos solos en la casa porque su papá se iba a trabajar, yo me sentía frustrada, desencantada, sólo me sentaba a llorar. Cuando lo platicaba con mi esposo, él no lo entendía, pero fue muy comprensivo y jamás me lo reprochó. André tuvo una crisis de cólicos y yo estaba al borde de la locura. Tuve una reacción alérgica de nervios. Mi médico me recomendó que me tratara, porque así no íbamos a lograr salir adelante ni yo ni mi pequeño. Me recetó un antidepresivo y tuve que suspender la lactancia materna. Fue lo único que tuve que sacrificar y a cambio yo fui una persona distinta, mi ánimo mejoró y todo el proceso de crianza de André mejoró. Cuando nació mi segunda hija, ya con un poco más de callo y experiencia, pude salir adelante sin la necesidad de medicamentos, pero en ocasiones necesitaba un respiro.
Para esos momentos de desesperación es bueno y sano darse un espacio exclusivo y personal. Puede ser cualquier cosa, salir a tomar un café con las amigas, ir a un parque a caminar y despejarte, a la estética a que te hagan el manicure o dedicarte un rato a cosas que te apasionaban antes de tener a tus hijos. El punto es que tengas un momento de calma y relajación para ti, siempre habrá alguien que pueda vigilar a tus hijos por un par de horas. Es muy importante tener presente que las mamás somos personas —súper personas, pero personas al fin y al cabo—, tenemos sentimientos y necesidades que atender. Recuerda que la maternidad es el trabajo más pesado y tienes que estar en tu mejor forma para realizarlo.
Es difícil de explicar, sobre todo para quien nunca lo ha experimentado, pero la depresión post parto es una realidad. De por sí es difícil que la gente comprenda qué es la depresión en general; si nunca has pasado por un proceso depresivo, es súper complicado ponerse en los zapatos de quien la vive, de quien no tiene ánimos para levantarse o quien siempre parece estar enojado. Pero es una cuestión no solamente psicológica, sino también biológica y hormonal.
En el caso de una mamá que acaba de tener a su bebé, pareciera inexplicable que en lugar de estar llena de gozo y felicidad, te sientas triste y desesperada. Pero es completamente normal. De hecho, se estima que entre 40% y 80% de las mamás lo viven, pero la mayoría se queda callada, se siente culpable y lo enfrenta en soledad. Cómo le explicas al mundo que no sólo estás contenta, sino también abrumada, preocupada, cansada, insegura. De repente eres totalmente responsable de una nueva personita y no tienes ni la más remota idea de lo que debes hacer.
No sólo se trata de todas las nuevas preguntas y angustias que te genera tu bebé, muchas veces también tiene que ver con la falta de sueño que lleva a la desesperación o con la tristeza de ver tu cuerpo tan cambiado, con la frustración de no poder dedicarte ni cinco minutos a ti misma. Todo el mundo te dice que cuando tu bebé recién nacido duerma, tú también lo hagas, pero tienes tantas cosas en la cabeza que rara vez lo haces y se vuelve un círculo vicioso insalvable.
¿Cómo saber si lo que estás sintiendo es depresión post parto? Si la tristeza o el agobio no te permiten realizar tus actividades cotidianas, si lo único que sientes son unas incontrolables ganas de llorar, si no puedes dormir por las noches, si no puedes concentrarte, no sientes apetito y nada llama tu atención, lo más probable es que la padezcas y lo mejor es que lo consultes con tu médico. En el peor de los casos, te recomendará algún medicamento para que te ayude a compensar el balance hormonal y químico.
A mí me pasó. Estaba enloquecida de la emoción con el nacimiento de mi hijo André, lo esperaba con ansias, decoré su cuarto, preparé su llegada hasta el último detalle, y cuando finalmente nació y nos quedábamos solos en la casa porque su papá se iba a trabajar, yo me sentía frustrada, desencantada, sólo me sentaba a llorar. Cuando lo platicaba con mi esposo, él no lo entendía, pero fue muy comprensivo y jamás me lo reprochó. André tuvo una crisis de cólicos y yo estaba al borde de la locura. Tuve una reacción alérgica de nervios. Mi médico me recomendó que me tratara, porque así no íbamos a lograr salir adelante ni yo ni mi pequeño. Me recetó un antidepresivo y tuve que suspender la lactancia materna. Fue lo único que tuve que sacrificar y a cambio yo fui una persona distinta, mi ánimo mejoró y todo el proceso de crianza de André mejoró. Cuando nació mi segunda hija, ya con un poco más de callo y experiencia, pude salir adelante sin la necesidad de medicamentos, pero en ocasiones necesitaba un respiro.
Para esos momentos de desesperación es bueno y sano darse un espacio exclusivo y personal. Puede ser cualquier cosa, salir a tomar un café con las amigas, ir a un parque a caminar y despejarte, a la estética a que te hagan el manicure o dedicarte un rato a cosas que te apasionaban antes de tener a tus hijos. El punto es que tengas un momento de calma y relajación para ti, siempre habrá alguien que pueda vigilar a tus hijos por un par de horas. Es muy importante tener presente que las mamás somos personas —súper personas, pero personas al fin y al cabo—, tenemos sentimientos y necesidades que atender. Recuerda que la maternidad es el trabajo más pesado y tienes que estar en tu mejor forma para realizarlo.
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